En una carrera con muchísimo nivel, Thierry Ndikumwenayo decidió colocarse en mitad del pelotón en los compases iniciales, flanqueado por varios atletas asiáticos y sin perder de vista al grupo de cabeza, liderado por dos estadounidenses y el ugandés Chelimo.
Parecía que iba a ser una batalla táctica, pero llegado el 1.500, el etíope Barega decidió atacar, poniendo a todos los que le quisieron seguir en fila de a uno. Sin embargo, Chelimo impidió una escapada temprana dándole caza rápidamente y frenando el ritmo de nuevo.
Entretanto, mientras los relevos en la punta de lanza de la prueba se iban sucediendo, el español continuó haciendo su carrera, arropado por varios competidores unos metros por detrás.
Sorprendentemente, en la aproximación al ecuador de la final, los dos japoneses presentes sobre el tartán tomaron las riendas, volviendo a incrementar la exigencia de una cita que anticipaba emociones fuertes en los últimos kilómetros.
Fue a partir del 6.000 cuando las camisetas que dominan habitualmente estas distancias empezaron a destacarse, con el keniano Kurgat emprendiendo una tímida escapada que fue nuevamente neutralizada por Chelimo, empeñado en dejar la resolución para las últimas vueltas.
Muy conservador, Ndikumwenayo se colocó en la parte trasera, observando los movimientos de sus adversarios constantemente.
La final se rompió definitivamente a falta de tres giros y, aunque nuestro representante resistió la embestida final, no tuvo suficiente fuerza para optar a las medallas y concluyó noveno.
Jimmy Gressier se llevó el oro en un esprint final emocionantísimo, con un crono de 28:55.77. El etíope Yomif Kejelcha (28:55.83) acabó segundo y el bronce fue para el sueco Andreas Almgren (28:56.02).