Organización elogiada, ciclistas encantados y excelente ambiente: Ruanda cumplió a la perfección en su apuesta de acoger el primer Mundial de ciclismo en África, pero queda la duda del impulso que el evento puede suponer en un continente carente de resultados.
Antes incluso del cierre el domingo de los ocho días de competición, David Lappartient, presidente de la Unión Ciclista Internacional (UCI), elogió el "verdadero éxito" de estos Mundiales y su organización "perfecta".
"Muchas delegaciones, corredores y dirigentes están impresionados por la calidad de la organización. Todo está perfectamente organizado, todo es seguro, las carreteras son magníficas. Y el entusiasmo está ahí", insistió el dirigente el viernes.
Desde las contrarrelojes de apertura el 21 de septiembre hasta el triunfo de Tadej Pogacar el domingo en la carrera en ruta, el evento no sufrió ningún contratiempo en las trece pruebas programadas.
Todo estuvo controlado como la música de una orquesta gracias a una organización meticulosa y bajo alta vigilancia policial en un país dirigido con firmeza por el presidente Paul Kagame desde hace veinticinco años.
"Me siento más seguro aquí que en muchos países europeos", dijo Tadej Pogacar, quien, como la gran mayoría de los corredores, expresó su placer de vivir esta "experiencia inolvidable" en su carrera.
"Momento de intercambio"
"Creo que no encontrarán a nadie que tenga una mala opinión de su semana aquí. Fue más que un Mundial, un momento de intercambio, de compartir en el sentido más amplio", comentó el seleccionador francés Thomas Voeckler.
Los ciclistas quedaron encantados y a menudo sorprendidos por la calidad de los hoteles y la extrema limpieza de la capital, cuyas infraestructuras muy modernas pueden hacer olvidar que Ruanda, a menudo elogiada por su "milagro" económico desde el genocidio de los tutsis en 1994, sigue siendo un país afectado por la pobreza.
La atmósfera, tras un inicio tímido, también estuvo presente. Y el domingo fue excepcional, especialmente en el muro de Kigali, en la periferia de la capital, fuera de la burbuja del circuito urbano bajo control.
"Había un sonido increíble, nunca había visto algo así en mi vida, casi teníamos acúfenos en la bicicleta. Todos los corredores estaban asombrados por la cantidad de gente y la pasión del público", relató el ciclista francés Paul Seixas.
El principal inconveniente proviene de los resultados de los corredores africanos, que representaban un tercio de los 734 participantes, de 36 países del continente, un récord.
A menudo rezagados rápidamente, a veces desde los primeros metros, no estuvieron a la altura frente a las potencias tradicionales.
A excepción de la prometedora etíope Kahsay Tsige Kiros, séptima en la carrera en ruta junior con 18 años, nadie realmente dejó huella.
"Palabrería"
Las dudas también giran en torno al legado de este Mundial, más allá de su alcance simbólico. El presidente de la Federación Beninesa de Ciclismo, Romuald Hazoumé, confesó a la AFP su temor de que África sea "totalmente olvidada una vez que esto termine" y que todo sea "palabrería".
"El ciclismo no tiene futuro en África, a menos que nosotros, los africanos, asumamos nuestras responsabilidades", agregó, lamentando especialmente que todavía no haya certezas respecto al Campeonato de África este año, mientras "ya casi es octubre".
"Después de cada gran objetivo, siempre hay un momento de relajación. Espero que no dure mucho", señaló igualmente David Louvet, seleccionador francés de Ruanda, a la AFP, lamentando, como la mayoría de los actores, la falta de competiciones en el continente.
La UCI comparte este diagnóstico. "Es cierto que la densidad de competiciones aún no es suficiente en África. No habrá campeones si no hay más competiciones locales", estimó David Lappartient.
El desafío parece enorme. Más aún porque también se trata de estructurar las 54 federaciones nacionales, que a menudo carecen de recursos en un deporte cada vez más caro, con bicicletas que alcanzan precios prohibitivos.