Con sus 4.350 metros de desnivel positivo en 211 kilómetros, el exigente tramo supone un reto no menor para un pelotón que partirá de Evaux-les-Bains y concluirá su recorrido en la estación de esquí de Le Lioran (centro). Un auténtico test antes de los Pirineos y los Alpes.
"No es alta montaña, pero se puede disfrutar y atacar con puertos cortos pero empinados", como el Le Puy Mary, Perthus o Néronne, explica Thierry Gouvenou, el arquitecto del recorrido, que muestra su gusto por los "macizos intermedios"; macizo Central, Jura o los Vosgos.
En el centro-oeste del macizo central, el pelotón encadenará cuatro ascensiones catalogadas en los 50 últimos kilómetros, como el col de Néronne (3,8 km al 9,1%), paso de Peyrol (5,4 km al 8,1%), col de Perthus (4,4 km al 7,9%) y Font de Cère (3,3 km al 5,8%), todos ellos entre los 1.200 y 1.600 metros de altitud.
Una etapa enmarcada por magníficos paisajes, a menudo subalpinos, especialmente del Pas de Peyrol hacia Puy Mary, vestigio del mayor estratovolcán de Europa, donde el colombiano Daniel Martínez -ausente en la presente edición- se había impuesto allá por 2020 en plena pandemia.
Sobre el papel, la etapa abre oportunidades para Tadej Pogacar y Remco Evenepoel, el maillot amarillo y su inmediato perseguidor, a 33 segundos.
Los dos dinamitadores del pelotón, que adoran ese tipo de rampas explosivas no demasiado largas y a no demasiada altitud, podrían verse tentados de poner a prueba de nuevo la resistencia de Vingegaard (tercero a 1:15), al igual que el domingo en los caminos blancos de Troyes, sobre todo porque el danés se halla más cómodo en los puertos largos y en altura, que esperan en la segunda mitad del Tour.
"Es una etapa en la que puede haber pelea por la clasificación general", indica Evenepoel, que sueña con emular a su compatriota Van Avermaet, que se impuso en solitario allá por 2016, en Le Lioran, de cara a vestirse de amarillo.