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Sergio Pérez: el reflejo de la idiosincrasia mexicana

Checo Pérez
Checo PérezGERARDO VIEYRA / NurPhoto / NurPhoto via AFP
La ausencia de Checo Pérez en la Fórmula 1 para 2025 marca el final de una carrera que alentó e inspiró a los mexicanos como pocos atletas del país lo han logrado hacer en toda la historia.

Tras el anuncio oficial de que Sergio ‘Checo’ Pérez no ocupará un asiento en la Fórmula 1 para 2025, la escudería Red Bull perdió 500,000 seguidores en redes sociales: el nacionalismo mexicano es corporativo.

El próximo año se cumplirá el décimo aniversario desde que se reinstauró el Gran Premio de México en la capital del país. Los festejos empoderados de mexicanismo se han esfumado por completo dejando a su paso un malestar notable en una afición dolida que no comprende como el mejor de los suyos ha sido desterrado.

Checo: pundonor, astucia y talento

Y es que, como lo marca la idiosincrasia nacional, esa que ha curtido una gastronomía elite en base al maíz y a otros rasgos que ponía a la mano la pobreza de nuestros pueblos antepasados, Pérez se consolidó desde muy  chico como un piloto que podía hacer mucho con poco.

Su padre Antonio Pérez recuerda que, de adolescente, cuando Checo ya se había convencido de ser un piloto de Fórmula 1 por encima de cualquier otro sueño dominado por las hormonas, su hijo aprendió a gestionar los neumáticos de sus vehículos porque no había dinero para comprarle kits nuevos cada tanto.

Porque lejos de que algunos pudieran pensar, Pérez no viene de una familia poderosa y acaudalada que le cumplió el capricho a un joven aburrido. Fue su talento, pero sobre todo el hambre de aprender y ganar con la  creatividad que sólo puede curtir la escasez la que lo forjaron como hombre y como un piloto digno de apoyar.

Fue Carlos Slim, uno de los hombres más ricos del mundo y preponderante en la cultura empresarial y social de México quien apadrinó a Checo por medio de su escudería Telmex.

Para el magnate que acaudaló su mayor patrimonio gracias a la privatización de las telecomunicaciones en el país, ese joven mexicano de rasgos marcados y mirada decidida representaba todo lo que él quería para el país: pundonor, decisión y talento.

Pero ni con ese sustento –y alivio económico para sus padres— Checo cambió de postura. Lejos de relajares, y relajarlo, sus padrinos promovieron sus principales virtudes. No, no tuvo a mano el mejor automóvil posible ni  las mejores condiciones, sino que le otorgaron siempre un vehículo con el que tuviera que pelear constantemente para obtener triunfos resonantes basados en su astucia con el volante.

Poco a poco, sus actuaciones hablaron por él y su nombre empezó a resonar como un posible piloto en la máxima categoría del automovilismo. Y, aunque hubo momentos complicados en los que Pérez pensó en renunciar a todo, jamás lo hizo: el tiempo le devolvería con creces su perseverancia.

Un legado y ¿el fin?

Checo Pérez irrumpió en el argot de la Fórmula 1 en 2011 con un semblante joven y el pelo revuelto. En poco más de una década, en cinco equipos distintos, el boom del piloto de Guadalajara invadió todo lo referente con la pasión nacional.

Sus buenos momentos fueron disfrutados, sus derrotas fueron sufridas y sus injusticias fueron reclamadas.

Entre sus 39 podios en todo este tiempo, fue el primero en 2012 durante el Gran Premio de Malasia donde le demostró al mundo todo los que sus patrocinadores desde su juventud habían visto.

Ese segundo lugar, arriba de un limitado Sauber, se convirtió en el primer momento de ebullición nacional. Su ascendencia en la elite de la máxima categoría lo llevó de Sauber a McLaren, luego arribó a Force India y después a Racing Point.

Pero el momento de máxima exposición arribó en 2021, con su llegada a Red Bull Racing, un equipo con una academia preponderante que, confió tanto en el mexicano, que puso en pausa el desarrollo de dos jóvenes promesas.

Antes de llegar, tras 10 años en la máxima categoría, Checo consiguió su primera victoria fue resonante. Y, por supuesto, lo hizo en 2020, la temporada más turbulenta cuando el COVID-19 irrumpió la dinámica social, cultural y empresarial del mundo. En esa adversidad, el mexicano tuvo una  jornada memorable en Baréin con el sello de la casa: arrancando desde el fondo, administrando los neumáticos como nadie y sorprendiendo a propios y extraños.

Esa hazaña sería el primero de seis triunfos en su carrera. El más memorable, sin duda, ocurriría en 2022 en el icónico circuito de Mónaco bajo la lluvia. Las lágrimas de Checo en el podio, con el himno mexicano de fondo tras aguantar el embate de sus competidores, es una imagen tatuada en todos sus seguidores en el país.

“Estoy increíblemente agradecido por los últimos cuatro años con Oracle Red Bull Racing y por la oportunidad de correr con un equipo tan increíble. Pilotar para Red Bull ha sido una experiencia inolvidable”, compartió Checo Pérez ante su salida de Red Bull.

Ese adiós provocó una conmoción en todo el país. En medio de la indignación y sorpresa también hubo cierto análisis para entender lo ocurrido. Pero lejos de pensar en un adiós definitivo, todos empiezan a analizar si 2026, un año de cambios y reacomodo en los asientos de las escuderías, traerá consigo un espacio para Checo.

Y es que, aunque el Gran Premio de México se forjó ya una reputación exitosa y una fiesta multitudinaria, nada será lo mismo sin Pérez en pista.

“Hemos estado desde tu llegada y continuaremos a tu lado en el camino que elijas para tu prodigiosa carrera, porque nos has enseñado que tu fortaleza es inagotable... this is the Mexican way!”, se lee en un comunicado del Gran Premio de México.

Y un país entero estará esperando su regreso con la pasión envuelta en bandera.