Aún le quedan un par de semanas de contrato con el Cavallino Rampante. Una visita a Maranello, un par de compromisos publicitarios y su vida de rojo se habrá acabado, quién sabe si para siempre. Pero el madrileño ha dejado huella en el equipo más famoso de la historia del automovilismo.
Y no solo deportiva sino personal. En lo primero, más allá de sus cuatro victorias, hay que recordar que fue el único que consiguió destronar a Verstappen de lo más alto del podio en el momento más dominador del neerlandés de Red Bull. En lo segundo, las palabras y los gestos de quienes le han acompañado hablan por sí solos.
Como muestra, un botón: un vídeo con algunas de sus mejores imágenes como ferrarista que visionó junto a todos, mecánicos, ingenieros y jefe de equipo. Y ahí, sí, al final consiguieron que Sainz llorara como un pequeño al que le han quitado su juguete preferido.
Ahora para Sainz empieza una nueva etapa, seguramente alejada de la lucha por las victorias, peleando en la zona media para intentar arañar algún punto para sus nuevos colores, aguardando que en 2026 las nuevas normas permitan a Williams recuperar su brillo de antaño. O que aparezca una oportunidad en otra escudería más potente. Pero mientras tanto, profesional como es, se dejará todo en el asfalto, aunque con el recuerdo que él deja en Ferrari y que Ferrari le deja a él.