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FlashFocus: El Reading, antiguo modelo de éxito, representa el fracaso del sistema inglés

Los aficionados del Reading muestran tarjetas rojas en una protesta contra sus propietarios
Los aficionados del Reading muestran tarjetas rojas en una protesta contra sus propietariosWarren Little / GETTY IMAGES EUROPE / Getty Images via AFP
A mediados de la década de 2000, el Reading representaba el mayor éxito del fútbol inglés. Dos décadas más tarde, el club se encuentra con respiración asistida tras convertirse en una de las víctimas más sonadas de un sistema que no funciona.

En los últimos años, aficionados de toda Inglaterra han protestado contra los propietarios de sus clubes, pero mientras que la mala gestión en la élite suele ser sinónimo de malos fichajes y falta de trofeos, las apuestas son mucho más altas en la parte baja del sistema.

El Bury fue expulsado de la Football League en 2019 y ha tenido que empezar de nuevo como club Phoenix en la novena división, mientras que Bolton, Derby y Wigan han visto amenazada su existencia en los últimos tiempos.

Esos ex equipos de la Premier League lograron sobrevivir, pero ahora otro está en peligro y podría no tener tanta suerte, ya que las luces al final del túnel se desvanecen una y otra vez en Reading.

Una década de sueños

Hace 12 años por estas fechas, el Reading se hizo con los galardones de mejor entrenador y mejor jugador del mes en la Premier League por mediación de Brian McDermott y Adam Le Fondre, después de que el club cerrara el mes de enero con sendas victorias contra West Brom y Newcastle y un empate frente al Chelsea.

Los Reales se encontraban entonces en la lucha por evitar el descenso, pero seguían inmersos en una Era Dorada que había comenzado ocho años antes.

Había alcanzado la máxima categoría por primera vez en 2006, al conquistar su primer título de la Championship con 106 puntos en su haber, la mejor puntuación de la historia del fútbol profesional inglés hasta la fecha.

En la temporada de su debut en la Premier League, el equipo terminó octavo, a un solo punto de la clasificación para la Copa de la UEFA, con una remontada asombrosa contra el Middlesbrough en la primera jornada, empates contra Manchester United y Chelsea, una victoria contra el Tottenham y una goleada por 6-0 al West Ham.

Descendió por los pelos en 2008, pero con un estadio moderno, una excelente red de ojeadores y la que se estaba convirtiendo en una de las mejores academias del país, estaba bien posicionado para regresar a la tierra prometida del fútbol inglés y tal vez incluso establecerse en ella.

En 2012 lograron otro ascenso y otro título de la Championship, y aunque no tuvieron la calidad suficiente para evitar el descenso en su primera temporada de regreso. Se respiraba un aire de optimismo en torno al club cuando un consorcio tailandés completó su adquisición en 2014 para poner fin a un año de incertidumbre causado por el fracaso del anterior accionista mayoritario, Anton Zingarevich.

Esa sensación no hizo más que aumentar cuando en 2015 alcanzaron las semifinales de la FA Cup por segunda vez en su historia, y parecía que estaban a las puertas de una nueva Era Dorada cuando se anunció inmediatamente después de vencer al Fulham para alcanzar la final de los play-offs de la Championship de 2017 que el acaudalado empresario chino Dai Yongge y su hermana habían comprado el club.

Sin embargo, lo que en aquel momento parecía ser una de las noches más grandes de la historia del club acabaría siendo quizá la más oscura.

A las puertas de la muerte

Ocho años más tarde, el Reading se encuentra en la tercera división del fútbol inglés, después de múltiples reducciones de puntos y embargos de fichajes.

Yongge permitió al club gastar en fichajes y salarios más de lo que había hecho nunca, y cuando eso no se tradujo en un ascenso, sobrevino la ruina financiera en forma de pérdidas por valor de unos 170 millones de euros en cinco años. Ello provocó impagos de impuestos, salarios y deducciones de puntos que llevaron al club a descender a la League One por primera vez desde 1999.

Por un momento pareció que la crisis llegaría a su fin en verano, cuando el antiguo propietario del Wycombe, Rob Couhig, estuvo muy cerca de completar una adquisición, hasta el punto de que concedió préstamos para ayudar a mantener el club a flote, pero Yongge se echó atrás en el último momento.

Desde entonces, el club se ha financiado en gran parte gracias a los seis millones de euros recibidos por el fichaje de Michael Olise por el Bayern de Múnich, procedente del Crystal Palace.

La triste situación fuera del terreno de juego es aún más dolorosa si se tiene en cuenta que, dentro de él, ha habido verdaderos signos de potencial.

Rubén Sellés, ex entrenador del Southampton, hizo maravillas para mantener al equipo cómodamente arriba a pesar de la reducción de puntos de la temporada pasada, y desde entonces lo ha metido en la lucha por los play-offs de la presente campaña.

Con un equipo construido a base de productos de la cantera y fichajes inteligentes -todos ellos gratuitos-, al igual que los que habían llegado a la Premier League, parecía que el Reading de antaño regresaba.

Sin embargo, la crisis actual obligó a Sellés a marcharse al Hull, de la Championship, en diciembre, y el delantero estrella Sam Smith ha sido vendido al Wrexham, rival por el ascenso, ahora que el dinero de Olise se está acabando, lo que ha puesto fin a las posibilidades del Reading de ascender.

Sin embargo, a estas alturas, la pérdida del ascenso es la menor de las preocupaciones de los aficionados.

Un sistema roto

Los aficionados del Reading se han pasado los dos últimos años preocupados por si su club dejaría de existir, y con razón, porque los otros dos equipos que poseía Yongge, un club belga llamado KSV Roeselare y un club chino llamado Beijing Renhe, ya no existen. El primero desapareció en 2020 y el segundo en 2021.

Mientras los aficionados han iniciado un movimiento de protesta llamado Sell Before We Dai, han marchado por su ciudad, han interrumpido partidos lanzando pelotas de tenis e incluso han provocado la suspensión de uno invadiendo el terreno de juego, las autoridades no han hecho prácticamente nada a pesar de ser en gran parte culpables de que el club se encuentre en esta situación.

Yongge estaba desesperado por ser dueño de un club de primera división en 2016, pero se vio obligado a conformarse con un equipo de la Championship a punto de ascender, después de que no pasara la prueba de idoneidad de la Premier League cuando intentó comprar el Hull.

A pesar de que la Premier League le consideró no apto para comprar un club y de que ya estaba llevando a la ruina a otros dos, la Liga de Fútbol (EFL) -el organismo que rige la segunda, tercera y cuarta categoría del fútbol inglés- le permitió adquirir el Reading.

Luego, cuando empezó a hacer lo mismo con su nuevo club, la EFL hizo poco por ayudar y, en su lugar, castigó al equipo y a sus seguidores por las malas acciones de su propietario, aplicándoles una deducción de puntos que les hizo descender una liga.

A medida que la crisis se ha ido agravando, Yongge ha recibido multas personales y cartas con duras palabras, pero una comisión disciplinaria bloqueó una sanción de 12 meses que le habría obligado a vender el club por considerarla un castigo demasiado duro para sus acciones.

La Premier League tampoco está libre de culpa. Un puesto en la máxima categoría es ahora tan codiciado, gracias en gran parte a los obscenamente lucrativos acuerdos televisivos que se han firmado en la última década, que Yongge estaba dispuesto a arriesgar toda la existencia de un club con 150 años de historia sólo para intentar hacerse con un trozo del pastel.

El fútbol inglés tiene una tierra prometida tan exitosa que los propietarios temerarios están dispuestos a hacer lo que haga falta para llegar a ella, y un organismo rector de las ligas inferiores que no está preparado para hacerles frente.

El Reading está potencialmente a meses de ser el primer ex equipo de la Premier League en pagar el mayor precio que existe por ello, y si las cosas no cambian, no será el último.