Acostumbrado más a hablarle al jugador adentro de un vestuario, Martin Anselmi no pudo contener la emoción de lo que vivió el viernes 29 de noviembre de 2024, a las afueras del hotel de concentración de Cruz Azul. La Máquina estaba a un día de encarar el partido de vuelta de los cuartos de final de la Liga MX, tras un desastroso partido de ida en Tijuana en el que Xolos se impuso con un contundente 3-0.
Ante el shock del duro descalabro, el que para muchos es el mejor equipo de todo el país se atrincheró en la emoción compartida por su gente de que había materia prima con la que se podía remontar los tres goles de desventaja. Ese enfoque sentimental estuvo siempre comandado por Anselmi, un tipo que no esconde su sentir y que bien puede gritar de enojo o sonreír pleno en cada partido.
Pero, aunque el argentino ya está acostumbrado a vivir a flor de piel, la presencia de la gente de Cruz Azul con sus cánticos y sus banderas que atiborraron e interrumpieron la calma de la concentración del equipo lo doblegó de tal manera que le costó trabajo mantener la postura como el líder del grupo.
Megáfono en mano
Conmovido por lo que vivía, Anselmi tomó un megáfono para decirle a su afición que sus dirigidos iban a salir a la cancha con la intención de que todos los cruzazulinos de corazón se sintieran bien representados, dejándoles claro que todos iban a luchar hasta el último minuto del partido para tratar de derrumbar la montaña adversa que tenían de frente.
Y es que en la otra vereda estaba un viejo lobo llamado Juan Carlos Osorio que en el partido de ida tuvo la osadía de poner a sus defensas centrales prácticamente como delanteros para intentar ahogar más a Cruz Azul, un equipo que quiere y necesita la pelota para poder vivir.
Pero más allá del duelo entre los entrenadores obstinados con la táctica y con ganas de ser creativos todas las veces que sea necesario para desmontar el mito de que el fútbol todo está inventado, el partido de esta noche en el Estadio Ciudad de los Deportes pasó, sin duda, por un terreno emocional que se pudo sentir en cada una de las personas que estuvo presente en el inmueble.
Sí, hubo planteamientos para que cada equipo buscara lo que necesitara para pasar de ronda, pero el cotejo, ya de por sí tenso por el resultado de ida, se tejió más en un manto emocional que parecía caer desde una grada más metida que nunca con su equipo para cubrir a todos los futbolistas en el terreno de juego.
Cuestión de jerarquía
Fue entonces, con ese condimento sentimental en el aire, que Cruz Azul fue empujando con su jerarquía histórica y con unos futbolistas que captaron y entendieron el mandato de su entrenador: jugar para representar a la fiel afición celeste que anhela, por sobre todas las cosas, marcar una época de júbilo y alegría como para tratar de olvidar esas dos décadas de sequía y de increíbles derrotas trágicas.
Los tres goles que necesitaba Cruz Azul terminaron apareciendo como estocadas precisas ante un Xolos superado en cancha, pero también en el escenario de una noche de aire frío que terminó sucumbiendo ante una Máquina de sangre caliente. Y aunque el profe Osorio hizo cambios pronto que casi se ven reflejados a su favor en el marcador, parecía inevitable que el miedo escénico de su escuadra aplastara cualquier indicio de supervivencia.

Tras el silbatazo final, Anselmi se abrazó sin disimulo con su asistente y apretó los puños con una gesto de alivio gracias a los goles de Ignacio Rivero, Georgios Giakoumakis y Ángel Sepulveda, que terminaron coronando un partido que se quedará por mucho tiempo en la memoria de la gente de Cruz Azul.
Un duelo apasionante
Por si fuera poco, en semifinales ya espera América, el clásico rival que les ganó una final reciente, ahondando el daño que el cuadro de Coapa le ha hecho a la afición celeste. Pero, a diferencia de otras ocasiones, esta vez parece ser que el optimismo supera el nerviosismo por enfrentarse ante las Águilas.
Porque para la gente de Cruz Azul poco importa que el América haya eliminado de manera contundente a Toluca, un equipo con gran pegada y una facilidad llamativa para anotar goles, con un marcador global de 4-0. La noble afición azul entiende que tiene todas las herramientas necesarias para exorcizar cualquier atisbo de maldición que pudiera existir todavía, y eso es, en gran parte, culpa de su entrenador.
"Ayer pasó algo que sinceramente yo no lo vi en mi vida. Ayer un hincha de los de verdad nos agradeció que le habíamos devuelto la identidad al equipo y que eso valía más que un título", dijo Anselmi en la conferencia de prensa tras el pase a semifinales. "Me emocionó porque trabajamos para eso; es en lo personal mi mayor logro", agregó.
Ese sentido de pertenencia es la bandera de Cruz Azul y su gente, esa que se puede quedar tranquila de que habrá 11 jugadores con la camiseta que tanto aman jugando por ellos, tal como ocurrió frente a Xolos. "Hoy no tengo mucho análisis. Había que ir a matar o morir y mis jugadores están dispuestos a morir", indicó Anselmi. Y eso es lo que una noble afición llevaba esperando sentir durante un largo tiempo.