Centro de datos del Chelsea-PSG
Las finales no se juegan, se ganan. Las estrellas del balompié deslumbran con su máximo esplendor en los momentos más especiales. Dos afirmaciones que hicieron buenas en la finalísima del Mundial el Chelsea y Cole Palmer. En una primera mitad de ensueño, rebosante de esfuerzo en la presión, plena de solidaridad colectiva y repleta de efectividad, los Blues destrozaron a un PSG que cuando se dio cuenta ya perdía 3-0. Así se llegó el descanso después de dos espléndidos pases a la red, que no tiros, del renacido Palmer, y una asistencia del mismo zurdo para que Joao Pedro, el fichaje que se incorporó en cuartos de final, superara a Donnarumma.
Tenía razón Luis Enrique cuando decía que no se fiaba del rival. Lo malo para él es que sus jugadores no le siguieron a pies juntillas como hasta ahora. Se creyeron superiores, intocables por lo que habían hecho, sin darse cuenta de que el pasado, el ayer, por mucho que eso fuera un 4-0 al Real Madrid, no sirve para el siguiente partido. Enzo Maresca y sus pupilos les dieron una lección formidable, táctica, técnica y física.

Palmer y Palmer
La presión inicial permitió a los Blues disponer de varias ocasiones antes de abrir el marcador. Sí, es verdad que Doué pudo marcar si no llega a ser tan generoso. Pero Palmer y Enzo Fernández también pudieron hacerlo. Parte de la grada, de hecho, gritó gol por aquello del efecto óptico. Donde no hubo dudas fue cuando Malo Gusto ganó la espalda a Nuno Mendes y se plantó en el área. Su disparo lo rechazó Beraldo, pero le cayó el balón a Palmer, que puso una rosca ajustada ante la que no pudo llegar Donnarumma con sus dos metros. Era el 1-0.
Ni 10 minutos habían pasado, ya en la media hora de encuentro, cuando Palmer recibió por la derecha, amagó y amagó hasta que encontró el espacio para repetir su disparo de zurda, con el interior del pie, colocado para subir el 2-0. No era la repetición, pero casi. Un tanto calcado.
En el PSG se miraban unos a otros preguntándose cómo era posible. Y lo era porque Vitinha no encontraba apoyos en la construcción. Porque Dembélé no era ni la sombra de un Balón de Oro. Por si fuera poco, Robert Sánchez estuvo seguro y valiente en sus salidas para despejar cuanto centro pasara por su zona de influencia.
Joao Pedro, millones son goles
Aún estaba por llegar lo peor para los parisinos antes del descanso. Palmer, indetectable entre líneas, se inventó un pase interior que dejó solo a Joao Pedro. El brasileño justificó los 62 millones de euros pagados por él hace unas semanas superando a Donnarumma con un toque sutil y colocando el 3-0.
Robert Sánchez cierra su puerta y algunas bocas
Urgía al PSG encontrar soluciones, cambiar algo. Por lo pronto, lo hizo de actitud. Tras la reanudación, los ingleses se echaron atrás para defender su tesoro y eso facilitó las ocasiones de Kvara, Vitinha y, especialmente, de Dembélé. En todas apareció Robert Sánchez para mantener imbatida su portería. Los reflejos en la acción con Dembélé, para cerrar la boca a algunos críticos. Viendo que ni por esas conseguían reducir distancias, Luis Enrique se acordó de Barcola. Maresca hizo lo propio con Delap. Fue éste el que más cerca estuvo de marcar, pero Donnarumma voló para evitar el cuarto gol.
A 20 minutos del final, a la desesperada entraron Malulu, Zaïre-Emery y Gonçalo Ramos. Agua. Más allá de alguna acción aislada, poco más se jugó. Los futbolistas del Chelsea comenzaron a caerse al suelo con más asiduidad de la habitual, parando el ritmo y llevando a los rivales a perder los nervios. Joao Neves, por ejemplo, tiró del pello a Cucurella y fue expulsado. Impotencia pura la del campeón de la Champions, que tuvo que ver como el campeón de la Conference League se llevaba el triunfo y el título de campeón del mundo de clubes.

Jugador Flashscore del partido: Cole Palmer (Chelsea).
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