¿Cómo ha sido la vida de Abel después del retiro? Tras alejarme profesionalmente de las canchas he tratado de reconectar con esa esencia de niño. El fútbol de alto rendimiento es el sueño de todos los que amamos este deporte, pero también es algo tan absorbente que te hace olvidar otras realidades. Quise reconectar con eso y con los niños y niñas que sueñan con jugar fútbol, pero no tienen oportunidades. Por eso apoyo programas de fútbol para el desarrollo en todo el país, con fundaciones que trabajan con población vulnerable. Cuando ven un balón, sienten una felicidad inmensa.
¿Eso lo hace con apoyo de la Federación o con algún club? No, es un proyecto independiente. Tengo mi academia de fútbol, Águila Soccer, en Barranquilla. Llevamos alrededor de siete años trabajando con niños de entre 5 y 18 años, en una zona vulnerable. Eso me ha permitido conocer el territorio y sus necesidades. A través del fútbol se genera un movimiento enorme. Las fundaciones y empresas privadas que apoyan estos programas están logrando un impacto importante en todo el país.
Usted siempre fue un líder en el vestuario, incluso sin portar la banda de capitán. Recuerdo que cuando llegaba al vestuario, todos decían "llegó el capi", como si llegara el profesor. ¿Cómo ve hoy el liderazgo dentro de la cancha en la selección de Colombia? El liderazgo es un tema amplio y profundo. Durante mi carrera entendí que no siempre el líder es el que más habla o grita. Se puede liderar con el ejemplo. Fui capitán en la Sub-20, donde logramos un Sudamericano y un buen Mundial. Esa generación se conocía muy bien, éramos una familia. Ese compañerismo generó un liderazgo colectivo. En Brasil 2014, todos nos apoyábamos, jugáramos o no. Yo cumplía ese rol junto a otros, incluso mayores que yo. La Selección se respeta y uno va a aportar, juegue o no. Representamos un país y eso es una gran responsabilidad.
¿Y cuál es su opinión acerca de Néstor Lorenzo? Las críticas siempre estarán. Como entrenador hay que asumirlas. El profe Lorenzo lo entiende. No deben afectarlo, sino servir para reforzar, corregir y mejorar. Es evidente que los últimos partidos no fueron lo esperado, pero internamente hay claridad en los conceptos.
A veces se deben hacer ajustes sobre la marcha. Él tiene la capacidad para hacerlo. La cultura futbolística en Colombia carece de equilibrio: un día todo está bien y al otro nada sirve. Como jugador o entrenador hay que formar carácter para lidiar con eso. Estoy convencido de que este proceso dará frutos y será lo que todos esperamos: un renacer, como cuando volvimos a los mundiales.
El profe Lorenzo acompañó a la selección de Colombia en 2014 y 2018, ¿qué cree que trajo él de esa época que hacía falta y que ahora intenta recuperar?
Cuando estuvo como asistente, era una persona muy cercana, preocupada por el bienestar del grupo. Hablaba con todos, no solo en las concentraciones. Tenía una comunicación constante. Yo hablaba mucho con él. Ese apoyo fue fundamental en ese proceso. Que lo hayan traído de nuevo también responde a su trabajo con Melgar, un equipo que llevó a copas internacionales cuando nadie lo esperaba.

Su gestión es clave: cómo maneja al grupo, las emociones y cómo alinea lo deportivo con lo personal. Yo aprendí muchas cosas de él porque conectaba con mi forma de ver el fútbol. Para mí fue una elección acertada. Como todos sabemos, esto se mide por clasificar. Si no se logra, no sirve, pero él está alineando también a las selecciones inferiores, que ya siguen esa misma línea. Los entrenadores están más conectados con lo que se quiere desde arriba, y eso es mérito suyo. Esperemos que no solo se llegue al Mundial, sino que seamos protagonistas.
¿Cree que la eliminatoria sudamericana ha bajado su nivel competitivo al ampliar los cupos al Mundial?
No es fácil. Ahora en junio, por ejemplo, muchos vienen de terminar temporadas en Europa. Solo los de México o Colombia están compitiendo. Luego, en septiembre, apenas estarán retomando ritmo. Eso cambia mucho. Además, en Sudamérica la competencia es distinta. Hay poco tiempo para trabajar: llegas, descansas, preparas y juegas. Por eso el trabajo debe ser muy individualizado, ganar tiempo y entender rápidamente la idea. Hay más cupos, y selecciones que antes no clasificaban, ahora tienen opciones. Bolivia, Venezuela, Perú... todos están en la pelea. Eso lo hace aún más exigente.
¿Qué consejos le daría a Jhon Durán para que pueda volverse un referente?
Más que un consejo, creo que es fundamental que entienda todo lo que implica el proceso de selección. El tema de los clubes es muy personal. Cuando uno cambia de equipo, como me pasó varias veces, toma decisiones deportivas y personales desde todos los puntos de vista: económico, profesional, familiar. Por ejemplo, en algún momento tuve la opción de ir a Arabia o a China, pero ponía todos los factores sobre la mesa y decidía lo que creía mejor. Por eso, respeto totalmente su decisión de irse; él mismo lo ha dicho, lo hizo pensando en su familia y su entorno, y eso es maravilloso.

Entonces, que siga su proceso, pero que no baje la guardia. Puede pasar que se piense que por estar allá el nivel baja, pero también hay jugadores con mucha trayectoria internacional que lo acompañan y lo motivan. Estar en una liga diferente no significa que no compita ni se esfuerce. Estoy seguro de que él lo hace. Esperemos que encuentre ese equilibrio en la selección y se logre posicionar como una referencia, porque tiene un potencial impresionante. Es muy joven, y si empieza a consolidarse desde ahora, podríamos hablar de un jugador que va a estar muchos años en la selección, al más alto nivel.
¿Hay algún jugador con el que se identifique en el actual proceso?
Claro. El caso de Jefferson Lerma es excelente. Compartimos mis últimos años en la selección cuando él apenas estaba llegando. Su proceso no fue fácil al inicio, pero fue entendiendo con el tiempo lo que implica estar en la selección: la dinámica, las competencias, las eliminatorias, los amistosos. Hoy en día es un referente, tanto por lo que es como persona como por lo que aporta en la cancha. Para mí es una pieza clave del equipo.
Recuerdo que después del partido con Inglaterra en Rusia, cuando nos eliminaron, estábamos en el hotel y hablaba con él, con Mateus y con otros. Yo ya sentía que esa sería mi última competencia con la selección, así que les dije: "Ahora vienen ustedes. Es su momento. Tienen que creerlo y trabajar para liderar el equipo". Ellos tienen la capacidad y lo han demostrado. Mateus ha sido más intermitente, pero también aporta mucho, tanto por su experiencia como por su calidad humana. Ojalá ambos sigan así, porque son fundamentales para darle solidez al grupo.
¿Hay jugadores que deberían tener mayor reconocimiento?
David Ospina. Para mí, es un referente que tiene que estar en la selección siempre que esté bien físicamente. Está activo, juega, responde en la cancha. A veces se le ha criticado mucho, pero también se le debe valorar. Lo mismo pasa con James, Falcao o Cuadrado. En lo personal, yo tendría a Falcao siempre. Es un líder ejemplar, un jugador que une, igual que Cuadrado. Hay que tener jugadores así, que sostengan a los que están llegando.
Yo lo viví. Cuando empecé en la selección, tuve referentes como Iván Ramiro Córdoba, Mario Yepes, Farid Mondragón, Fernando Perea. Ellos nos ayudaron y nos respaldaron hasta que asumimos el rol. Muchas veces no se valora ese trabajo: quizás no estás para jugar, pero sí puedes aportar desde otro lugar, darle tranquilidad al que sí va a estar en cancha, ayudarlo a que se enfoque, a que no se desvíe. Para mí, mientras estén activos y en condiciones, esos jugadores deben estar en la selección.
Hablemos de su tiempo en Europa. ¿Cómo fue su experiencia jugando en clubes como Udinese y Toulouse?
Tuve un año y medio complicado en Udinese. Jugué muy poco, tres o cuatro partidos. En un momento decidí que no podía seguir así. Dejé de ir a la selección y tomé la decisión de irme a España, a Segunda división, al Xerez. Y fue una de las mejores decisiones de mi vida para reconectarme con la confianza.
La experiencia en Toulouse fue muy bonita, incluso por las cosas no tan agradables. Desde que llegué, fue un club maravilloso. Se preocupaban por el jugador, había gente disponible para cualquier cosa, y una infraestructura muy fuerte a nivel formativo. Es uno de los más importantes en Francia, incluso en Europa, por el trabajo que hacen desde la base.

Llegué antes del Mundial de Brasil. El entrenador confiaba en mí, había buena comunicación. Me sentí muy conectado con los compañeros y el ambiente del club. Pero después del Mundial, las cosas cambiaron. El técnico se fue por los resultados y llegó otro con una visión muy distinta. Perdí protagonismo, minutos de juego. Eso me afectó y terminé la temporada con una fractura de tobillo, justo antes de la Copa América de Chile.
Si el Deportivo Cali llegara a descender, ¿cree que viviría un proceso transformador como le pasó a River Plate en Argentina o la Liga de Quito en Ecuador?
Hay que ponerse en situación. El equipo ha estado muy cerca del descenso en las últimas temporadas. Yo creo que el Cali tiene la capacidad para salir de esa situación. Me considero del Cali, nací futbolísticamente allí, me formé allí, y lo siento profundamente. Confío en que no vamos a descender.
Eso sí, todas las decisiones que se toman desde arriba repercuten en todo, no solo en lo deportivo. El Cali tiene una dinámica particular y, a veces, no se entiende bien. Se necesita coherencia en la toma de decisiones. En mi época, desde los dirigentes hasta los entrenadores, todos compartían los mismos valores. Hoy eso no se ve tan claro.
Falta una metodología clara. No se puede depender de que un entrenador de turno “dé con la tecla”. Hay que planificar mejor. Espero que no lleguemos al descenso y que el club reconduzca el camino. El Cali tiene que volver a ser lo que siempre ha sido.
Si le llaman para ser técnico del Cali, ¿aceptaría?
Estoy en un proceso de preparación, tanto en gestión como en fútbol. Siempre estaré para el Cali, en lo que sea y como sea. Si consideran que puedo aportar algo, siemre estaré dispuesto a ayudar. El Cali es un club grande, y necesita gente con voluntad. Desde la posición que sea, siempre diré que sí.
Soy hincha del Junior. De niño iba al estadio en Bogotá a ver al Junior. Pero lo del Cali es distinto. Es un sentimiento muy especial. No es comparable. El Cali es único para mí, un sentimiento profundo que siempre voy a tener.