Aunque en teoría iba a ser local para el partido de vuelta de la final del Torneo Verano 2002 frente al América, el Club Necaxa sabía que era imposible competir en popularidad con las Águilas y que iba a ser un hecho que las gradas del Estadio Azteca, inmueble que ambos equipos compartían, iban a estar repletas de camisetas amarillas.
En un intento por tratar de atraer gente a su causa por medio del antagonismo que provoca el equipo de Coapa, la directiva de los Rayos mandó a confeccionar miles de camisetas blancas con una frasea escrita, mismas que entregaban en las puertas del estadio a quienes quisieran: “Soy antiamericanista y rayo por un día”.
Pero, más allá de este intento del Necaxa, la afición en general no le compró su intento de generar rivalidad y siguió debatiendo sobre si era ético y transparente que dos equipos que pertenecían al mismo dueño, con uno teniendo más peso que el otro, disputaran una final para definir al campeón de ese torneo.
La semana pasada, más de 20 años después de ese episodio que mancharía la deportividad de cualquier liga del mundo pero que se normalizó en México, la multipropiedad perpetua de la Liga MX captó la atención internacional durante el sorteo del Mundial de Clubes debido a la presencia del Club León y el Pachuca, equipos pertenecientes al mismo dueño.
La multipropiedad: el falso mito del “mal necesario”
La FIFA establece en sus estatus que está prohibido que dos equipos o más de una misma competición sean propiedad de una sola entidad. Pero, como ha pasado en otras cuestiones, el máximo regente del fútbol mundial ha hecho caso omiso a esta situación que desde los 80 se asentó en México, dejando todo en manos de los directivos que sólo han pretendido, para intentar apaciguar las críticas, intentar eliminarla.
Como explicación más recurrente, los dueños de los equipos han dicho siempre que la existencia de la multipropiedad en México fue -y es- un “mal necesario” ante la falta de empresarios que se animen a invertir en el fútbol nacional. Con la intención de mantener una cierta calidad en la infraestructura completa de los clubes, aseguran, ha sido una necesidad que uno o más dueños se hayan apoderado de varios clubes.
Esta situación la comenzó Televisa, el conglomerado de medios de comunicación más grande e importante de Latinoamérica que, tras ser dueño del popular América, también logró hacerse con la propiedad del Necaxa e incluso, por algunos años, tuvo tres clubes en su cartera con el San Luis.
Lejos de denunciar esta práctica, la mayoría de los medios de comunicación y la afición en general dejaron que se apagaran las pocas voces críticas que pedían, en aras de la transparencia y la ética, que Televisa se sometiera a las reglas de FIFA. La situación se normalizó a tal grado que al América y al Necaxa comenzaron a llamarlos hermanos y, tiempo después, nacieron otros grupos que ahondaron el problema, mientras los empresarios involucrados defendían la honorabilidad del fútbol nacional al tachar de mal pensados a los que los criticaban.
Pero el pretexto de mantener la calidad de la competencia pronto tildó lo ridículo y, por supuesto, evaporó reglas escritas en los estatutos de la liga. En 2013, Atlas vivía una de sus tantas crisis en su historia. Con más de 330 millones de pesos de deuda, el club rojinegro enfrentaba, según el reglamento, una desafiliación contundente. Para evitarlo, TV Azteca, dueño por aquel entonces del Morelia y alguna vez inversionista del Veracruz, Chiapas y Puebla, terminó comprando al club y todos sus activos de fútbol.
Tiempo después, Yon de Luisa, quien era presidente de la Federación Mexicana de Fútbol en ese entonces, reveló que ese mismo 2013 recibió el mandato de la FIFA para terminar con la mutipropiedad, por lo que se elaboró un plan para hacerlo. Para poner el ejemplo, Televisa –quien ostenta hasta la fecha mucho peso dirigencial en el fútbol nacional— vendió al San Luis y a Necaxa, tras décadas de gestión en la que varios jugadores pasaban a jugar entre estos equipos sin mayor regulación.
Y aunque muchos grupos han sido propietarios de al menos dos equipos de Primera División, en la actualidad solo existen cuatro vigentes: Grupo Pachuca, dueño de Pachuca y León; Grupo ORLEGI propietarios de Santos y Atlas; TV Azteca poseedor de Puebla y Mazatlán y Grupo Caliente que ostenta a Tijuana y Querétaro. Ninguno de ellos tiene un plan claro de cómo irán deshaciéndose de sus activos para 2027, año en el que la federación estableció, ya sin tener mucha credibilidad, el fin de la multipropiedad.
Grupo Pachuca en la mira
En 1993, Jesús Martínez Patiño realizó la compra, no exenta de polémica, del Club de Fútbol Pachuca al gobierno del estado de Hidalgo, encabezado en aquel entonces por su amigo personal, el corrupto Jesús Murillo Karam. Desde entonces, el equipo no sólo logró ascender de la Segunda División, sino que conquistó siete títulos de liga y se afianzó a nivel internacional, todo mientras la organización empresarial se convertía en un grupo que, además del Club León, tiene otros activos futbolísticos en España (Oviedo), Chile (Everton) y Uruguay (Club Atlético Atenas de San Carlos).
Pero, a pesar del orgullo cínico con el que Martínez ha alabado durante años la gestión de su empresa, la semana pasada se topó con un reclamo lógico y ético. El Alajualense de Costa Rica, antes y durante el sorteo del Mundial de Clubes donde estuvieron presentes las papeletas del Pachuca y el León, le solicitó a la FIFA que lo incluyera para representar a la Concacaf en lugar de los equipos mexicanos al ser bicampeón de Centroamérica.
“Es fundamental que no se permita la participación en el próximo Mundial de Clubes a equipos que se encuentren dentro de los supuestos de multipropiedad que prohíbe la misma FIFA en la regulación de dicha competición, ya que esto vulnera los principios fundamentales de competencia justa que rigen el fútbol mundial. Confiamos en que la FIFA respetará su reglamento y otorgará el espacio al que tenemos derecho como bicampeones de Centroamérica y mejor equipo de la región reafirmando su compromiso con la justicia deportiva”, expresó el club costarricense en un comunicado.
El reclamo hizo tanto eco que el propio Martínez tuvo que salir a defender a su grupo e, indignado, pidió que se respetara lo que los equipos habían logrado obtener en cancha y avisó que tenía planeado desvincularse del León, sobre todo cuando la FIFA inició una investigación sobre el reclamo tico. “Se los dijimos a FIFA en las últimas juntas de dueños de la Liga MX: hemos declarado que el León es el equipo del que vamos a tener que vender el control”, dijo Martínez.
El empresario mexicano pidió pensar en todo lo que afectaría descalificar a uno de sus equipos, apelando, irónicamente, a la justicia deportiva. “Creo que la FIFA también están muy conscientes (…) de la afición, los jugadores que lo ganaron dentro del campo, el cuerpo técnico. El fair play es muy importante”, añadió.
Una “honestidad” cuestionada
Ese mismo ha sido repetido, hasta el cansancio y durante muchos años, diversos multipropietarios quienes siempre apelaban a la honestidad de la liga. Lo hizo el mismo Emilio Azcárraga Jean, durante aquel 2002 cuando, cansado de los reclamos populares, aseguró que no había ni una prueba de malas conductas y que no existía problema alguno en que sus dos equipos disputaran una final.
Aquella tarde, en el partido de vuelta tras la victoria 2-0 del Necaxa en la ida, el América logró empatar el marcador global en el segundo tiempo con una anotación del mítico chileno Iván Zamorano y luego se consagraría campeón, tras 13 años de sequía, con un gol de oro en tiempo extra. En la memoria colectiva quedará para siempre la indignación popular de gran parte de la afición por el claro fuera de lugar en el que estaba Zamorano antes de anotar el gol del empate.