En menos de un mes pondrá en juego el título mundial que consiguió hace dos años en Budapest, adelantando en el último lanzamiento a la colombiana Flor Ruiz, en un concurso muy emocionante.
El Mundial de este año tiene además lugar en Tokio, donde Kitaguchi es una estrella, pero la preparación para ese evento la hace en un rincón de Europa Central con gran reputación en los lanzamientos.
Son ya varios los años en los que la japonesa tiene su refugio de preparación en Domazlice, una bonita ciudad histórica del oeste de la República Checa, cercana a la frontera con Alemania.
"Aquí puedo concentrarme mejor. El clima es más agradable que en Japón, allí hace demasiado calor para mí", explica a la AFP esta joven de 27 años, después de haber encadenado carreras y estiramientos.
El Mundial de Tokio ha hecho de su imagen la carta de presentación del evento y la foto de la lanzadora aparece en los carteles y en las vallas publicitarias.
"Eso es una locura", sonríe, admitiendo estar "impaciente" por competir ante sus compatriotas y borrar así la desilusión de los Juegos Olímpicos de Tokio en 2021, donde fue última en la final.
"Espero poder dar lo mejor de mí misma con el apoyo del público. Será un recuerdo inolvidable para mí", se entusiasma.
"Pensamientos estúpidos"
El miércoles, Haruka tiene un test de gran nivel en la reunión de Lausana y luego, a final de mes, será su ensayo general en Zúrich. Después tiene pensado ir a Turquía como última etapa antes de la cita mundialista.
Su estado de forma es una de las incógnitas: por el momento figura sexta en la clasificación mundial de resultados de esta temporada, con un mejor lanzamiento de 64,63 metros.
Su entrenador, David Sekerak, admite que para la actual campeona olímpica ha sido complicado convivir con su nueva popularidad por esos "pensamientos estúpidos", ya que siente que "ha perdido un año".
Fue él precisamente el que la convenció para instalarse en la República Checa, después de haberla conocido en un seminario de formación en Finlandia en 2018.
Él sabía ya que ella había ganado el Mundial júnior tres años antes y percibió pronto que junto a su 1,79 metros "tenía dentro de ella algo especial", asegura, alabando especialmente su autodisciplina.
La atleta nipona no lamenta su decisión de entrenar en la República Checa.
En su primera estancia en ese país pudo ya ejercitarse junto a una figura que era su ídolo, Barbora Spotakova, doble medallista olímpica y plusmarquista mundial desde 2008 (72,28 metros).
"Fue una bella experiencia", recuerda.
Los frutos en los últimos años demuestran que la apuesta fue exitosa. Junto a los oros en el último Mundial y los últimos Juegos Olímpicos, H. Kitaguchi ha logrado también dos títulos de la Liga de Diamante.
Después de ganar la final olímpica, la asiática fue recibida en el país europeo casi con honores de atleta local y con una gran fiesta amenizada por un grupo local de músicos.
Objetivo: 70 metros
Mezclando el inglés y el checo, la nipona destaca cómo aprecia el método de David Sekerak, que para ella ha sabido encontrar "el equilibrio correcto" en las sesiones de trabajo y ayudarle a lanzar más lejos.
"En cada competición se pone detrás de mí para animarme. Es un sustento moral formidable", añade.
Como premio a sus esfuerzos, el entrenador no duda en llevarle a degustar una cerveza Pilsner local o platos tradicionales de la cocina checa.
La de Asahikawa suele sonreír y se ha ganado a todos por su buen humor: "¡Mi madre me dice que esa es la clave de mi éxito!".
Su grupo de trabajo es como una familia y hasta las jabalinas son fabricadas a medida por el entrenador. La suya se llama "Giant Baby", en referencia a su apodo de Instagram.
La lanzadora japonesa tiene un récord personal de 67,38 metros, establecido en 2023, y siente que su "objetivo" vital es "superar los 70 metros".
Según su técnico, tiene incluso potencial para batir la marca mundial de Barbora Spotakova.
Sería una bonita manera de perpetuar la tradición checa en el lanzamiento de jabalina.