Apenas un par de entrenamientos no da como para cambiar muchas cosas, sólo un par de retoques. Si, además, hay que jugar un partido sin nada en juego porque la clasificación como primeros de grupo está garantizada, más complicado se pone para el nuevo entrenador. Y eso ocurrió con Quique Setién en su debut como técnico del Villarreal tras la espantada de Unai Emery.
Salieron presionando los castellonenses sin balón, pero en cuanto lo tuvieron, volvieron a marcar el ritmo cansino habitual de tocar y tocar hasta encontrar un hueco claro y meridiano. Y este no aparecía porque el Hapoel no estaba dispuesto a arriesgar en demasía.
Lo intentaron Alberto Moreno, Chukwueze y Yéremi Pino, pero sin generar un peligro real. Hasta que llegó Danjuma y este sí que obligó a Glazer a esforzarse para evitar el tanto. Se defendía, en todo caso, bien el cuadro israelí, que salvo en alguna acción individual de Danjuma, vivía cómodamente, aunque tampoco se mostraba en las contras.
Sólo esperaban alguna jugada aislada, un balón parado, un golpe de suerte... o una decisión arbitral que les beneficiara. No hay VAR en esta competición y el árbitro, en una de las pocas aproximaciones a la meta local, decretó un penalti cuando menos dudoso. No falló Hemed para poner el 0-1.
Remontada y grave error
Nervioso no se puso el Villarreal. Con los deberes hechos y sabiéndose con mayor calidad, esperó y continuó con su idea. Aunque lo que funcionó de verdad no fue el juego asociativo sino un disparo lejano de Samu Chukwueze. Ese tanto animó todavía más a Danjuma a conseguir el suyo, el que se le había resistido durante la primera mitad. Un pase de tacón de Trigueros era un regalo demasiado goloso para desperdiciarlo.
Parecía todo sentenciado, pero otra acción aislada del Beer Sheva, aprovechando un error en la salida de balón desde la defensa, la cerró Jehedkel para sorprender a todos y empatar. Dos llegadas, dos disparos, dos goles. Y si bien los de Setién lo intentaron de mil maneras, la victoria se resistió.